Sobre el invierno

Los inviernos siempre son duros: 

Hay mucho frío, necesitamos más ropa y la ropa nos trae con más peso, por lo que sentimos que cargamos más siendo la piel el umbral de nuestra autoconciencia. 

En invierno necesitamos fuentes extra de calor, siendo el fuego en la chimenea el que sentimos como más óptimo para calmar nuestra necesidad de cobijo. El fuego como generador de toda energía. 

Es muy positivo que una vez al año, estemos obligados a recordar ese calor, esa fuente, ya que después, cuando empieza a pasar el mal tiempo y empiezan más seguido los días de sol, empezamos a reactivar ese calor desde adentro, no necesitamos tanta ropa, ya no llevamos tanto peso, no sentimos tanta carga, y automáticamente nos volcamos más hacia lo externo. Salimos más, compartimos más, expresamos más. 

El frío inevitablemente nos va a hacer sentir esa necesidad de volvernos un poco hacia adentro, y eso nos hace sentir apartados, un poco desamparados, como no encajando bien con lo externo, nos hace dudar si no somos firmes, y hasta incluso puede que andemos mudos, sin muchas ganas de hablar. Esto es un proceso natural psicológico, que a todos nos afecta en diversos niveles, aunque nos hagamos los fuertes y demostremos que no, igual es instintivo nuestro el repliegue invernal. 

Por lo mismo no es raro ver en invierno a las parejas abrazarse durante horas sin hablar; o a los ancianos sentados juntos sin decirse una sola palabra mientras la lluvia allá afuera trae música de estrellas. No es raro, no pasa nada. Es natural y es temporal, muy necesario para el correcto encaje del espíritu en nuestro físico vehículo. 

El problema no es el invierno exactamente, sino que nuestro mundo de afuera no está habilitado para parar, para detenerse, para apartarse, para reflexionar. No se puede, hay que seguir permanentemente activando lo terrestre, sea la estación que sea. Este es voluntarioso trabajo de equilibrio que hay que hacer: Seguir obrando en lo terrestre activamente hacia afuera, mientras por dentro estoy en la reflexión profunda de una tarde de lluvia, de una ciudad bajo la neblina, de un frío que te consume hasta los huesos. Porque, querer vibrar como verano mientras sucede el invierno es ir en contra de sí y es desconectarse del flujo natural de los sucesos. 

Estamos claros en que la falta de luz hace que se debilite todo nuestro sistema: es cuando más estamos propensos a enfermedades, nos bajan las defensas, y eso, en algún profundo nivel nos parte el alma ya que nos percibimos a nosotros mismos vulnerables ante las agresiones del entorno. 

El frío se siente a veces muy agresivo, pero las palabras duras que provienen de los seres que amamos, nos llegan también como pinchudos dolores a nuestro corazón, y que si son repetitivos pueden terminar destruyendo los afectos. 

Así es que no importa si debes seguir y no puedes parar a contemplar la lluvia, lo que importa es que puedas ir por dentro viviendo activamente tus procesos, y respetándote los tiempos de silencio que te pida el interior. Si no quieres hablar, no hables, pero escucha. Si no quieres salir, no salgas, pero abre las puertas a las visitas. 

Observa y obsérvate, con más cuidado que nunca, y disfruta esta estación como una de aplicarse a mayor retiro, a la reflexión, fortalecimiento, tiempo de hacer conexión, de poner en orden lo que hay dentro, y afuera escuchar, compartir, alimentar, dar, saldar cuentas, pedir perdón, perdonar, y restaurarse para tener una mejor primavera. 

Ya viene el renacimiento.

MCLB

A continuación un texto sobre el invierno, por Jim Rohn:

INVIERNO

El invierno, como la primavera, es una estación que puede hacer una breve aparición durante cualquier estación, como un recordatorio de su poder. En medio del verano, cuando conscientemente cuidamos nuestros cultivos, el invierno puede descender momentáneamente como una amenaza para llevarse los frutos de nuestro esfuerzo. El invierno puede hacer su amenazadora aparición durante la estación de la oportunidad, la primavera, y si no acertamos rápidamente a neutralizar su potencial efecto devastador, la estación de la oportunidad será alejada de nosotros por una de las tormentas de la vida, dejándonos con otro año completo para esperar. El invierno puede aparecer prematuramente en la estación de la cosecha: el otoño, justo cuando vamos a obtener las recompensas de un gran trabajo, y nos deja con las cosechas o resultados completamente desvalorizados.

La primera gran lección de la vida es aprender que el invierno siempre vendrá; no únicamente el invierno del frío, del viento, del hielo, de la nieve, sino el invierno de la desesperación humana y la soledad, desilusión o tragedia.

Es en el invierno cuando las plegarias no son respondidas, o cuando los actos de nuestros hijos nos dejan temblorosos y asombrados. Es en el invierno cuando la economía se vuelve en contra nuestra; o cuando los prestamistas nos persiguen. Es en el invierno cuando la competencia amenaza, o cuando un amigo se aprovecha de nosotros. El invierno viene en muchas formas, y en cualquier momento, tanto para el cultivador como para el hombre de negocios, y aún en nuestras vidas personales.

La llegada del invierno nos puede encontrar en una de estas dos categorías: preparados o no preparados.

Para aquellos que estaban preparados, que plantaron abundantemente en la primavera, que cuidaron sus cultivos durante el verano, y que cosecharon masivamente durante el otoño, el invierno será otra estación de oportunidad. Puede ser un tiempo para leer, para planificar, un tiempo para reunir fuerzas para la próxima primavera, y un tiempo para permanecer en confortable refugio. Puede ser un tiempo de gran regocijo, un tiempo para compartir con los que amamos, y con quienes trabajamos. Es el momento de dar gracias, y de compartir los generosos regalos de la vida. El invierno es el momento del agradecimiento por lo que tenemos y por lo que habremos de adquirir. El invierno es un tiempo para descansar, pero no excesivamente. Es el tiempo para gozar de los frutos de nuestro trabajo, pero no el tiempo para la glotonería. Es el tiempo para cálidas conversaciones, pero no para los chismes. Es el tiempo de la gratitud, pero no el de la complacencia. Es el tiempo para estar orgullosos, pero no para ser egoístas. Lo que hacemos con nuestro tiempo, con nosotros mismos, con nuestros amigos y con nuestras actitudes durante el invierno, determina lo que haremos cuando venga la primavera.

Estamos supuestos a mejorar constantemente nuestras condiciones, nuestros resultados, y a nosotros mismos. O mejoramos, o empeoramos, pero nunca permaneceremos iguales. Si no mejoramos, es porque no usamos nuestra inteligencia, nuestro razonamiento, y nuestro potencial completo, lo que al final produce que lo que no usemos, lo perderemos. Por falta de uso podremos perder nuestra inteligencia, razonamiento, potencial y fortaleza. Y cuando la falta de uso, o el mal uso, nos cuesta estos importantes atributos humanos, podemos predecir que retrocederemos.Nuevamente, es una ley básica de la vida que demanda el progreso o el retroceso humanos.

Los que estuvieron preparados para la llegada del invierno, podrán usarlo como si fuera la primavera… para su ventaja. Para los que no estuvieron preparados para la llegada del invierno, es tiempo de arrepentimiento y tiempo de tristeza. Habiéndoles faltado la voluntad de pagar el precio de la disciplina, ahora van a pagar un precio mayor: el del arrepentimiento.El peso de las cadenas de la disciplina parecerá insignificante cuando se compare con el masivo peso, y las penosas restricciones del arrepentimiento. El arrepentimiento es un granero y una cocina vacía, cuando el siguiente otoño está todavía a un año de distancia. Y con la llegada de la primavera, tendremos que hacer nuevos esfuerzos con un estómago y una billetera vacías. Para los que están preparados, el invierno es una primavera en otra forma; pero, para quienes están mal preparados, la llegada del invierno está llena de horror e incertidumbre. Amor y armonía dan paso a las acusaciones y a la rabia.

El tiempo de experimentar el horror del invierno, para el cual estuvimos mal preparados, está en la primavera y en nuestra mente. Dejemos que la imaginación pinte para nosotros los helados vientos, los campos con tormentas de nieve, los árboles cubiertos de hielo; dejemos a los ojos de nuestra mente experimentar el llanto de un niño hambriento, y la desilusión en los ojos de los que amamos; experimentemos, emocionalmente, la miseria de las excusas y disculpas sobre nuestros pasados errores, y el temor que sentimos cuando llega el cartero a golpear a la puerta. Anticipando estas escenas, podremos vivir el impacto que nos hará mover hacia un masivo esfuerzo en la primavera, haciendo que esos esfuerzos prevengan que las horribles imágenes se conviertan en realidad.

A lo largo de todas las estaciones del año, el invierno puede tocar nuestras vidas de varias pequeñas maneras: poniéndonos a prueba, y dándonos sutiles recordatorios de todas las dificultades de aquellos cuyas vidas están rodeadas por el invierno. El invierno puede ser una oportunidad perdida, o la pérdida de un amor. El invierno es cuando un amigo cercano nos causa una gran desilusión, o cuando ese ansiado negocio se lo lleva la competencia. Un frígido y helado golpe, las rudas palabras de alguien que usted ama, eso es el invierno; y también lo es el pesimismo o el cinismo de alguien en quien usted buscó guía y consejo.

El mayor desafío para enfrentar a aquellos rodeados por el invierno es no dejar que nos afecte la llegada de la primavera, y nuestra habilidad de reconocer esa llegada. Gran parte de la vida es aprender a ser siempre parte de la solución, antes que permitirnos ser parte del problema. Si usted está sin amor, sin dinero o empleo, ese es el invierno, y su aparición es debida a que perdió una primavera en alguna parte. La negligencia es siempre costosa, y el invierno es puramente una circunstancia, un efecto producido por alguna causa previa.

Vivir dentro de la severidad de su invierno personal, solamente hace que el invierno sea más difícil de llevar. Busque en los confines internos de su mente y su alma, con el propósito de descubrir sus causas reales. La adversidad raramente es atribuible a alguien o algo fuera de nosotros. Culpar a las influencias externas por las circunstancias del invierno, es una conveniente excusa para desviar la responsabilidad. Es una tendencia normal del ser humano culpar por una vida de invierno a alguien más, y esta es la razón por la que la mayoría de los seres humanos cosecha un resultado mediocre, que es lo que acompaña tal conducta.

Para que las cosas y las circunstancias cambien, las actitudes humanas, las opiniones y los hábitos deben cambiar. Hablar sobre cómo las cosas deberían ser… o por qué las cosas no son justas… se convierte solo en hablar. Conversación improductiva es lo que el perezoso y poco ambicioso hace durante el invierno de la vida, porque hay cierta euforia en esas vacías conversaciones, que producen el adormecimiento de los sentidos, para percibir cómo son las “cosas” realmente. La misma euforia es encontrada en la televisión, y en los que la usan como un escape de su propia vida vacía. Es encontrada en el alcohol y otras drogas, por los que están buscando soluciones en medios externos. Es encontrada en el ocioso cotilleo, que les permite a los que están en él, pasar por encima de sus propias debilidades, atacando las de otros.

Deje que el invierno lo encuentre planificando la llegada de la primavera, no contemplando los errores de acción y omisión del año pasado. Deje que el invierno lo encuentre con un semblante jubiloso, un corazón feliz, y un buen mensaje para los que lo rodean; con confianza en el futuro, no aprehensión; con apreciación por el pasado, no arrepentimiento; y finalmente, con gratitud por sus logros, adversidades, e incertidumbres de la vida, porque esa es la forma en la que las bendiciones remueven las limitaciones, para las futuras posibilidades de vida.

El invierno es un tiempo de reflexión, ponderación e introspección. Es un tiempo para evaluar ambos: propósito y procedimiento; para volver a descubrir el frecuentemente equivocado sentido del propósito. Es el tiempo para encontrar nuevas maneras de resolver viejos dilemas; y para diseñar planes únicos que contribuyan al desarrollo de otros menos afortunados que nosotros. Es el tiempo para entender y controlar la rabia, esa frecuente emoción humana que nos hace juzgar sin un justo análisis.

Es tiempo de analizar nuestra imparcialidad, y superar la tendencia de condenar precipitadamente sin investigación, porque esa es la medida de la ignorancia. El invierno es un tiempo para ser sinceros sobre nosotros con nosotros mismos, cuando normalmente la tendencia es auto engañarnos. Es el momento de desarrollar las destrezas y habilidades que nos permitirán contemporizar con gente imperfecta, porque aún para un tonto, es fácil congeniar con gente perfecta. Es también, el tiempo de volverse suficientemente sabio para saber qué decir, lo mismo que para saber qué no mirar y qué no decir. La sabiduría que viene con el cuidadoso uso del invierno nos enseña que la evolución es, simplemente, una revolución a paso más lento, y que el constante y gradual cambio es el orden del universo. Únicamente, aquellos atributos humanos como la honestidad, lealtad, amor y fe en Dios, y en los seres humanos, están supuestos a permanecer constantes.

El invierno es un tiempo para estar agradecidos por nuestros logros, o por haber sido capaces de resistir nuestra falta de ellos.

Durante la inactividad del invierno es el momento de agregar a nuestro granero los conocimientos, producto de la educación continua. Esto no significa seguir aprendiendo cosas, sino aprender a comportarnos de una manera diferente. Los hechos y cosas de la vida son automáticamente aprendidos por cada uno de nosotros, cuando nos inspiramos en el entusiasmo de las expectativas que produce el creer en nuestras propias habilidades.

Con el invierno viene la oportunidad de ponernos al día con las promesas incumplidas, y con las cartas no contestadas. Es también el tiempo de estimular a los jóvenes, quienes con su inexperiencia se sienten inseguros; y darle coraje a los viejos, quienes debido a su experiencia, son aprehensivos sobre el futuro.

No deje ir un invierno sin invertir mucho de su tiempo en asegurar, enseñar y estimular a otros, porque haciendo esto, su recompensa será una mayor confianza en sí mismo; el profesor siempre es el mayor recipiente de las lecciones que busca enseñarle a otros.

Deje que el invierno lo encuentre pensando primero en alguien más, apreciando, siendo amable, siendo gentil; y de todas maneras, deje que el invierno lo encuentre riendo más, aunque los vientos soplen helados, y la nieve cubra la tierra sobre la que pronto deberá nacer nueva vida.

Jim Rohn

 

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